El Camino de Santiago del Norte no está tan masificado, ni mucho menos, como el Francés. Tampoco dispone de semejante infraestructura enfocada al peregrino. Sin embargo, y pese a sus menores cifras, la ruta se mantiene en el podio de las más transitadas. Pero la revitalización del fenómeno jacobeo ha cogido por sorpresa algunas localidades, aun siendo una ruta consolidada, bien recuperada y debidamente señalizada con la concha de vieira y las estratégicas flechas amarillas de las asociaciones de Amigos del Camino. Solo algunos tramos urbanos del Camino de Norte pueden llevar a error. Ruta tranquila, exigente en los montes y a veces dura por el clima, el Camino de Santiago Norte guarda paisajes verdes, solitarios. También historia y patrimonio, vestigios a menudo aislados en el interior de legendarias poblaciones que marcan la cadencia de las etapas Camino del Norte.
El tramo gallego, desde Ribadeo, supone una caminata de 197 kilómetros, prácticamente también el mínimo exigido para obtener la Compostela en bicicleta (200 kilómetros). Avanza hacia Lourenzá y Mondoñedo; descansa en las llanuras de A Terra Chá y su capital, Vilalba, y recibe la hospitalidad del monasterio cisterciense de Sobrado dos Monxes antes de confluir en Arzúa con el ajetreado Camino Francés. Allí los viajeros de una y otra vertiente aúnan el paso, dando por bueno que todos los caminos, al menos en Galicia, llevan a Santiago.
En 2015, el Camino del Norte fue reconocido por la UNESCO, junto con el Camino Primitivo, como Patrimonio de la Humanidad, el máximo reconocimiento que puede recibir un bien cultural. Además, caminaremos por paisajes que son Reservas de la Biosfera, como el entorno del río Eo o las conocidas como Terras do Miño, entre otros.